Morder en la guardería, de vez en cuando, forma parte del
desarrollo normal del niño, pero cuando el bebé o el niño lo hace de forma
persistente, puede ser motivo de preocupación, tanto para los padres como para
los educadores. Los mordiscos de los bebés y niños son muy dolorosos para el
que los recibe y, además, puede provocar conflictos entre los compañeros. Los
niños, una vez que han sufrido repetidas agresiones, tienden a rehusar la
cercanía del niño que muerde y terminan aislándolo del grupo. Para poner fin a
este tipo de conducta, el primer paso es saber por qué lo hace.
Causas de los mordiscos de los niños y bebés
Los bebés utilizan su boca para explorar, para aprender más
sobre su mundo y para relacionarse.
Desconocen el dolor ajeno y carecen de
autodominio: actúan por impulsos. Tan pronto muerden porque están alegres, como
porque quieren conocer los objetos o necesitan aliviar el dolor de sus encías.
El caso de los niños de 1 a 3 años es diferente. A esta edad se tienen que ir
incorporando a la vida en colectividad, pero aún no suelen poseer el lenguaje
necesario, ni tener las habilidades sociales suficientes para poder comunicarse
y hacerse respetar. Morder es una manera rápida de conseguir un juguete o de
llamar la atención. También utilizan este recurso cuando experimentan
situaciones que les causan estrés o frustración, como, por ejemplo, un entorno
desconocido, tener hambre, el nacimiento de un hermano o sentirse agredidos.
Otros niños muerden, sencillamente, por imitación.
En la edad preescolar los mordiscos dejan de ser frecuentes.
A veces pueden recurrir a este arma para controlar una situación, como
autodefensa, para llamar la atención o por una gran frustración o enfado. Pero
si a esta edad, un niño muerde de forma persistente, puede reflejar problemas
emocionales o de comportamiento, ya que posee las habilidades suficientes para
poder expresar sus necesidades y sentimientos sin morder. Es posible que su
conducta sea un reflejo de problemas de relación social con otros niños a los
que no se quiere someter, el resultado de una disciplina excesiva o severa o
una consecuencia de su experiencia como testigo o víctima de acciones de
violencia física.
Cómo evitar que los niños muerdan a sus compañeros
Aunque el problema de los mordiscos es normal, no debemos
resignarnos a “sufrirlos” con la esperanza de que desaparecerán con el tiempo,
porque en muchos casos no es así. Hay que estudiar cuáles son las situaciones
en las que existe mayor riesgo y debemos tratar de anticiparnos para reducir
los comportamientos no deseados.
- Si al niño le están saliendo los dientes o está en una
fase de exploración, hay que proporcionarle gran variedad de juguetes y cosas
que pueda morder para calmarse (mordedores, galletas, zanahorias frías…).
- Si dos niños se suelen pelear a menudo por un mismo
juguete, podemos comprar más ejemplares para que jueguen simultáneamente.
- Si suele morder cuando tiene hambre o está cansado, se
puede acortar el tiempo de juego para que coma antes y pueda descansar.
- Si muerde para llamar la atención, se debería pasar un
poco más de tiempo con él, pero siempre haciendo una actividad positiva (leer
un cuento, jugar a la pelota…), nunca como consecuencia de haber mordido. Hay
que evitar que el grupo de juego se aburra, esté nervioso en exceso o sea
demasiado numeroso. Y, por supuesto, estar lo suficientemente atentos y
cercanos para poder intervenir con rapidez en caso necesario.
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